Yo no lo sabía, pero había traído conmigo, desde siempre, el don de la palabra.
Desde muy pequeña comencé a escuchar con atención.
Me parecía un misterio que el mismo sonido, la misma palabra, hasta el mismo ruido puestos en situaciones , en bocas, en lugares, en tiempos y en circunstancias diferentes, se tornaran completamente distintos a mis oídos. Desde entonces, toda mi vida he tratado de comprender, de comprendernos, de comprenderme.
De más está decir que no alcanzó sólo con el oído. Ni siquiera con todo el resto de los sentidos. Pero mi oído y mi lengua fueron a la delantera. Y claro que sigue sin alcanzar. No alcanza con haber forjado un lenguaje emocional inteligente. Claro que no alcanza con poder entender lo que le pasa a la otra gente. Ni con haber viajado al infierno para que nadie me lo cuente. Y ser paciente. Y volverse cada día un poco más sabio, más piadoso, más callado, y volver a elegir quedarse solo y quieto.
A veces comprender es una tarea muy ingrata y más ingrata se torna a medida que uno se da cuenta de que aunque parezca trillado, aún no ha comprendido nada.
Pero yo no cambio mi don, a mí no me entierran bajo el suelo: a mí me dejan sonar con el agua.
IMPACTA EN MÍ, ME LLEVA ADENTRO MÍO
ResponderEliminarGRACIAS!!
Vaya...vaya y vuelva a traernos más de lo suyo. Gracias a Ud!
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