No a todas las palabras se las lleva el viento.
Hay palabras que no se mueven nunca más de donde cayeron: palabras que queman, que brillan, que siguen creciendo. Hay palabras que pesan tanto que a uno lo clavan al suelo y otras corrosivas que se toman su tiempo.
Hay palabras como péndulos y palabras como espadas.
Con una sola palabra se puede cambiar el momento. Sobre una sola palabra, construir un imperio.
Adentro de algunas palabras se esconden todas las puertas. Hay otras que nos obligan a llegar a los espejos.
Y hay palabras que se abren, que se nutren, se alimentan de los sentidos y que saltan de las manos para contar lo que crece: que junto a ellos germinan, que pueden crecer como cardos si uno no las cuida y que si se siembran con cuidado, se arraigan y florecen, dan frutos y es difícil deshacerse del sabor a calma.
Hay palabras que no se mueven nunca más de donde cayeron: palabras que queman, que brillan, que siguen creciendo. Hay palabras que pesan tanto que a uno lo clavan al suelo y otras corrosivas que se toman su tiempo.
Hay palabras como péndulos y palabras como espadas.
Con una sola palabra se puede cambiar el momento. Sobre una sola palabra, construir un imperio.
Adentro de algunas palabras se esconden todas las puertas. Hay otras que nos obligan a llegar a los espejos.
Y hay palabras que se abren, que se nutren, se alimentan de los sentidos y que saltan de las manos para contar lo que crece: que junto a ellos germinan, que pueden crecer como cardos si uno no las cuida y que si se siembran con cuidado, se arraigan y florecen, dan frutos y es difícil deshacerse del sabor a calma.
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