Me gustan los relojes de arena. Y cuando digo esto, no me refiero al objeto estético. Lo que me maravilla en realidad es poder observar el tiempo en acción de una manera tan vívida, casi palpable. Verdaderamente siento que comprendo lo que sucede allí adentro e inmediatamente después, pienso en lo que ocurre aquí afuera: el tiempo pasa pero no se va a ninguna parte, sólo se transforma y nos transforma. Los mismos granos de arena vuelven a volcarse una y otra vez, pero jamás caen de la misma manera ni en el mismo sitio; igual que los hechos, aunque al igual que éstos, se las arreglan para dejar su marca.
Para ir aún más profundo es necesario abocarse a la tarea con detenimiento y sin desviar la atención. Si se logra mantener la mirada y soportar la caprichosa y lenta imposición de imágenes y sucesos, por ese fino agujero es posible ver caer desde el cielo del tiempo todos los deshechos. Veremos caer una a una las dudas, los dolores añejos, los paisajes, los reflejos, los terrores, los malos sueños. Veremos sábanas rotas y pedazos de besos y cuartos vacíos en noches de invierno. Veremos caer la noche, el maquillaje, la vergüenza y la sangre y también un silencio y un eterno blindaje, una tormenta de furia y una culpa y un último rezo…
Y a pesar de todo eso… de haber expuesto los ojos a tanta arena, siempre volverá a quedar un nuevo espacio de tiempo vacío; uno que ya no es el mismo. Hasta hace una hora allí mismo yacía encerrado todo el tiempo del mundo. Sólo se trata de dar vuelta el reloj y empezar a vivir en libertad todo el mundo a partir de…ahora.
Es uno de los escritos más sabios y profundos que he leído. Gracias, por tus letras.
ResponderEliminarAl leerlo, pasaron flashes de sábanas rotas, sonrisas, despedidas... hasta que el reloj daba vuelta una y otra vez.
Hermoso pensamiento para descansar y que decante.. con el tiempo...
Besos, musita :)
... Para dejar el anonimáto y seguir disfrutando de su cocina.
ResponderEliminarBesos ;)