Un anacrónico otoño me despertó esta mañana, con su viento y sus gotas, con mis gatos sobre la cama. Una vez más pensé en si Don Alberto habrá llegado a darse cuenta de la magnitud de su sabiduría...
Cocino mi yamaní, a fuego lento, como se debe, mientras escribo estas letras, mientras disfruto de un día de gracia en mitad de la semana, mientras mi gata Juana me pide a gritos que le haga el mimo que le escatimo por estar tecleando. Escucho la lluvia y me siento en paz. Todo está donde quiero que esté. Todo va como quiero que vaya. No tengo quejas. No tengo melancolías. Y mis amores siguen aquí.
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