Por momentos se me arruga la piel de las palabras...no se... se transpiran, se amontonan demasiado, se tapan la carita con las manos como si les diera vergüenza algo.
Ayer estaba conversando y de pronto zas!, me atraganté con un "siempre" en la mitad de la charla... que momento! Al final pude escupirlo, pero pobre, salió todo arrugado.
Otras veces se atrincheran como detrás de los dientes y no hay manera de hacer que se suelten sin jurarles que no están cometiendo suicidio.
Y hay días que se juntan y simplemente me ignoran, porque están muy ocupadas cambiándose las pieles.
Y hay otros en los que parece que ninguna está donde debe.
Pero hay noches en las que el sueño se empieza a poblar de evocaciones, de charlas texturadas, de risas sin pliegues, y siempre llega alguna Musa que estira su irresistible y cálida mano y me invita a danzar. Y nos bailamos un cuento, una receta, una carta de puño y letra y entonces sí, la noche está completa: Ya podemos descansar las pieles las palabras y yo.
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