Ella se vio al espejo de su cuerpo, de sus palabras y sus imposibilidades. Se reconoció en ese instante en que no pudo destrabar los huesos, ni retirar lo dicho, ni albergarla en su pecho.
Ella era una parte de agua revuelta sobre la que las propias aguas de Ella la inquietaban.
Ella no sabía lo que no se podía contar porque donde hubiera debido haber palabras hubo sólo llanto. Llanto y vacío.
Ella tembló, se estremeció; pero no tenía palabras.
Ella también se vio al espejo de sus dudas y sus recelos. Por primera vez se sintió desnuda, acariciada por dentro y se murió de miedo.
Paradójicamente, cuando algunos deseos se cumplen el cuerpo y la mente reaccionan tratando de negarlos, de esconderlos y casi casi Ellas se pierden el festín. Pero no. Sus miradas se reencontraron a tiempo. Pudieron rescatar la frescura del primer beso en la mejilla, la misma sonrisa, el paseo obligado que las volvió al verde, que las vio de la mano.
Pudieron empezar a encontrar las palabras.
Es muy cierto eso que decís a cerca de los deseos. ¿Será que no estamos acostumbrados a que se cumplan?
ResponderEliminarUn beso.
lo importante no es que se cumplan los deseos
ResponderEliminarlo más importante no es satisfacer los deseos
ResponderEliminarNo. Es verdad.pero yo o no dije que eso fuese lo más importante, lo que digo es que lo importante es que converja el deseo con lo que haga falta para hacerlo realidad.
ResponderEliminarY aún así, no es un tema absoluto, claro está.