Siento la turbulencia en el cuerpo y el vértigo en la boca del estómago a cada sacudida. Planeo, insegura y asustada, pero la brisa se siente tan fresca y el silencio es tan elocuente, que no me cuesta demasiado retomar el equilibrio.
Estoy atrapada en los comienzos de la comunicación humana y transcurro el día vagando entre montañas y pasillos. Hay días que son atravesar gaciares y otros que son recorrer un valle verde y generoso. Hay días enteros en los que pareciera que no pasa nada y otros en los que, de pronto, en un renglón, se dicta la sentencia.
El placer de leer.
El placer de leer.
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