En algún momento sucedió que dejé de enroscarme tanto. quizá a fuerza de gastar cuerinas con el culo, de ser persistente, de no dejarme convencer a mí misma por mis propias supuestas "certezas"... quizá, pero no estoy demasiado segura. Y la verdad no me importa. Lo que sí importa es que dejé de torturarme con la cámara oculta hacia mi interior. Y la verdad es que ando mucho más ligera por la vida.
Esto no significa que haya perdido mi acidéz, ni mi carácter, ni mucho menos mi nivel de exigencia para algunas cosas... ya sabemos, un@ no deja jamás de ser quien es. Pero me encuentro un tanto más tolerante y bastante menos asustada.
Ya no cualquier rostro me remite a otros rostros. Ya no me resulta tan fácil hacer borrón y cuenta nueva, ni cargarle a otros mis propias imposibilidades. Pero tampoco arrastro la culpa, como un lastre.
Yo sabía, siempre supe, que llegaría un día en que me sentiría bien. Bien con la vida, conmigo, con lo que tengo y lo que no es mío. Sabía que tardaría, y a veces sufría pensando en cuánto, pero ya tampoco importa eso, porque lo que entonces no sabía era todo lo que aprendería en el tránsito. Todo el amor, todas las aventuras, todas las risas, todos los regalos que iría recolectando. Así que ahora, que siento que por fin el tiempo está llegando, me dispongo a disfrutar y reflejar, mientras sigo sumando, mientras sigo cantando, cocinando y amando como si fuese la primera vez, pero sabiendo que en cada acto va una mujer mucho mejor que la que fue ayer.
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