La constante penumbra de estas noches me desconcierta un poco. Como todo lo que permanece indefinido.
Me manejo bien a la luz del día y no le temo a la oscuridad, pero esto de sentirme al borde de un "ensayo sobre la ceguera" me hace sentir un tanto inquieta.
Podría hablar de las otras cosas, de las que han pasado, de las que pasan, de las que me dan bronca e impotencia; como por ejemplo que durante estos días tuve que tirar kilos de comida de la heladera, que tengo que subir y bajar 5 pisos por la escalera una y otra vez, de que en mi trabajo cada vez que llueve sale agua por las bocas de luz y a ningún jefe se le ocurre hacer que nos vayamos a nuestras casas...
Pero sobre esas cosas supongo que estarán cansados de leer y escuchar hablar. Así que prefiero compartir esta loca sensación que vengo teniendo de sentirme espiando las calles de Saramago, con un sutil desasociego, como si en cualquier momento fuera a tocarme ser parte del relato. Porque el agua nos está arrastrando, porque somos impotentes, porque tenemos miedo y hambre.
Porque lo inimaginable y lo absurdo es mucho más terrible cuando se proyecta en penumbras.
Y porque siempre hay alguien que puede ver.
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