miércoles, 3 de febrero de 2010

Llueve

Agua bendita. Agua de saliva y de lágrimas. Agua del Cielo. Agua dulce que al contacto con la piel se convierte en salada…Agua mágica que arrastra el lastre sin dejar marca,
solo de tanto correr sobre la cara


Siento el peso de mi larga cabellera mojada en la espalda y por un instante todo el frío del invierno me recorre por dentro, como un pequeño recordatorio. Pero no, no tengo que dudar… sigue siendo verano, al menos por un rato más.

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