Me despierta la luz de la luna, llenándome la cama. Abro los ojos y siento la quietud del sueño. Me levanto y atravieso la casa naturalmente iluminada y de memoria lleno mi botellita de agua en la cocina. Me quedo un instante de pie, descalza, sintiendo la tibieza del suelo y mirando a traves de la puerta de la cocina los miles de colores afuera, el movimiento casi imperceptible de todo. Y respiro la tranquilidad de mi lugar. Y nunca es igual. Aunque el rito se repita, la respiración siempre es nueva..
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