viernes, 25 de junio de 2010

Del atardecer de las ollas...

Mi madre, que como ya he dicho muchas veces, es una mujer muy sabia, además cocina de puta madre y en su cocina pueden encontrarse todos los utensilios necesarios para preaparar lo que una guste. Y por supuesto, como buena madre, siempre tiene alguno "de más" que, por lo general, viene a parar a nuestras casas en calidad de herencia, (aunque no se diga, aunque no se sepa) cuando lo necesitamos y carecemos de él ( y aunque la mayoría de las veces, lo de "de más" sea sólo una excusa, para que nos lo llevemos sin culpa)
Algo así sucedió con una olla que aterrizó en mi cocina. Una de esas ollas comunes, de alumino, tamaño mediano; ideal para hervir fideos para dos o cocinarse rápidamente al vapor unas pocas verduras.
Aquella olla ya traía sus años, sus marcas y su historia y pasó conmigo por muchas cocinas. Se bancó quedarse chamuscada muchas veces, ... de puro colgada (yo). Sirvió para salvarme de las fiebres, para ahuyentar las malas ondas; me calentó las sopas y soportó cortes y quebradas. Pero ya está un poco cansada, este mediodía casi me dice "basta"...
Y... sí... la tarde se le hace larga, le queda una sóla asa y sé que a ella no le gustaria dejarme mal parada... a ver si justo ahora que estoy sanando, sin querer, amanezco quemada.
Así que... le voy dando las gracias a mi ollita del alma, pero sigo cocinando, eh?

1 comentario:

  1. Claro que ya es hora de despedir a la ollita. Ella, como todo alguna vez, ya cumplió su misión. Y si llegara a lastimarte (o quemarte) dejaría de ser querible para mi. Me parece bien que sigas cocinando, porque lo hacés de maravilla, igual que con las palabras. Y no te aflijas, ya descubriré algo que esté faltando entre tus utensilios como para reemplazar tu parte de la herencia. Ah ! y no es sabiduría lo mío, sabés ? Es tan sólo amor recíproco que todo lo embellece.
    Y esta es la tercera vez que me voy a permitir no firmar con mi nombre, sino con el del "oficio" que más me gusta ejercer...
    mamá

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